Todo lo que rodea a los templarios y su Orden religiosa parece entrañar cierto halo de misticismo. Su espíritu guerrero y su alma cristiana los convirtieron en fieles protectores del catolicismo y de su simbología.
La Orden del Temple llega a Ponferrada en el año 1178 y se asienta en el Castillo debido a su proximidad con el paso de los peregrinos que realizan el Camino de Santiago. Apenas un siglo antes, en el 1090, el obispo Osmundo mandará la construcción de un puente sobre el río Sil para facilitar el paso de los peregrinos.
Los templarios acometen pues, entre sus múltiples tareas, la protección de la ruta jacobea y de las personas que transitan por ella frente a la invasión de los musulmanes.
La relación entre el Camino de Santiago y los templarios en Ponferrada es estrecha. Sin el paso de la ruta posiblemente no se hubieran allegado los templarios a estas tierras.
Permanecerán durante un siglo y medio, y realizarán diversas obras de refuerzo y mejora en el Castillo. Se sabe del levantamiento de diversas dependencias dentro de la fortaleza. Pallozas, bodegas, paneras, convento y huertos permitían el desarrollo de una bulliciosa vida en el Castillo. Actualmente apenas quedan restos de estas edificaciones.
Los templarios se verán obligados a abandonar el Castillo y por tanto la protección del Camino de Santiago a su paso por Ponferrada a principios del siglo XIV. Graves procesos se les imputan y el Papa Clemente V solicitará su disolución en 1312.
Hoy en día la Historia de los templarios mantiene vivo su interés. Su especial personalidad, su valentía y en parte la falta de conocimiento, alimentan la leyenda de los templarios.