El Maestre Fray Guido de Garda recibe de manos del rey Fernando II de León la misión de proteger a los peregrinos a su paso por la ciudad Ponferrada. Corre el año 1178 cuando el maestre templario llega a Ponferrada, tras largos años de batallas en Tierra Santa.
Para proteger el paso de los peregrinos elige una ubicación idónea para construir una fortaleza desde dónde poder vigilar el Camino de Santiago.
La Orden del Temple se fundó en 1118 en Palestina. Estaba formada inicialmente por nueve caballeros franceses siendo su líder Hugo de Payens, que la llamó Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón. La misión de la Orden era proteger los peregrinos que viajaban a Tierra Santa. Pronto los caballeros templarios fueron conocidos en Tierra Santa por su atuendo, manto blanco y cruz patada roja, y por su destreza en el combate. Tras su regreso a Europa siguieron como objetivo de proteger a los peregrinos en la ruta santa, en este caso la del Camino de Santiago.
Castillo de los Templarios
Parte de su leyenda se forjó en Ponferrada, donde levantaron su Castillo y se hicieron fuertes hasta la extinción de la Orden en 1312 por orden del Vaticano. Aunque se les tachó de graves pecados, lo cierto es que los templarios llegaron a ser ricos y poderosos en toda Europa, atesorando una red de 870 castillos. Por tal motivo los reyes europeos se unieron para eliminar a los templarios, tachándolos de herejes y consiguiendo el apoyo del Papa Clemente V.
Regreso del Maestre Fray Guido de Garda
El acto principal de celebración de la Noche Templaria, el desfile templario la noche del sábado, se basa en el regreso del gran maestre de la Orden. De esta forma Fray Guido de Garda regresa cada año a Ponferrada, nada más comenzado el verano, para rubricar su amistad con la ciudad y entregarle la custodia del Grial y el Arca.